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Jabubi disparó su flecha, y entonces saltó a un lado. La flecha de Jabubi falló, pero las dos disparadas
por sus compa�eros sólo erraron por unos cent�metros una y por medio metro la otra. Ras se lanzó de
nuevo contra Jabubi, que hab�a tenido tiempo de coger otra flecha y colocarla en su arco. Pero sus
gestos parec�an torpes y lentos. Quiz� le hac�a temblar la idea de que el Chico-Fantasma ven�a a por �l,
y que hasta el momento el Chico-Fantasma se las hab�a arreglado para sobrevivir, quemar la aldea y
matar a casi todos los hombres. La flecha se le cayó de los dedos y Jabubi se inclinó para recogerla,
esfum�ndose durante un segundo. Cuando volvió a erguirse vio la lanza viniendo hacia �l, casi rozando la
parte inferior de su arco.
Soltó un grito y dejó caer arco y flecha por la empalizada al interior de la aldea. Se dio la vuelta como si
quisiera bajar corriendo por el montón de madera cuando deber�a haber aflojado las rodillas para
protegerse detr�s de la empalizada, y gracias a ello la punta de lanza penetró en el m�sculo situado sobre
su clav�cula, y Jabubi se deslizó por el montón de madera.
Ras recogió el arco y la flecha que Jabubi hab�a dejado caer, se volvió hacia Thaigulo y le disparó.
Thaigulo se agachó. La flecha se enterró en la punta del tronco y el astil se partió. Ras estaba jadeando
de tal forma y ten�a las piernas tan cansadas que no pudo hacer otra cosa que volver caminando hacia el
trono y las armas que hab�a junto a �l. Bigagi le disparó por dos veces, pero Ras siguió caminando en
l�nea recta. Las dos flechas pasaron cerca de �l con un silbido, pero ahora Ras ten�a la sensación de que
ya nada podr�a detenerle. Al menos, nada de lo que pudieran hacer los wantso, aunque quiz� su hambre,
su sed y el cansancio acabaran logr�ndolo. Thaigulo apareció de nuevo sobre la empalizada y tambi�n le
disparó por dos veces, pero sus flechas ni tan siquiera cayeron cerca de Ras. Quiz� sent�a lo mismo que
Ras, que acabar�a venciendo. Ahora sólo quedaban �l y Bigagi para luchar contra el Chico-Fantasma, y
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quiz� de repente tuviera la impresión de que estaba solo, sin esperanzas. En ese instante se oyó el lejano
chop-chop-chop de las alas del P�jaro de Dios. Bigagi, Thaigulo y Ras alzaron los ojos hacia el cielo.
Un segundo despu�s Ras apartó la vista y cogió la flecha que hab�a matado a Mariyam y la puso en el
arco. Apuntó cuidadosamente a Bigagi, pero Bigagi debió verle por el rabillo del ojo. De repente dejó
de ser un blanco inmóvil que se recortaba contra el cielo, encuadrado por dos �rboles. Se hab�a
ocultado detr�s de la pared. Ras lanzó un gru�ido, decepcionado, pero esperó a que reapareciera. Y
entonces el P�jaro estuvo all�. Voló sobre las copas de los �rboles y se situó sobre el r�o. Subió un poco,
se detuvo y se quedó inmóvil. Los wantso gritaron. Bigagi asomó por la empalizada, le disparó
r�pidamente una flecha a Ras y volvió a esconderse. Su flecha, lanzada con excesiva premura, pasó un
par de metros por encima de la cabeza de Ras.
Hubo un ruido extra�o, una especie de chasquido muy r�pido. Astillas de madera salieron despedidas
de las estacas tras las que se hab�a ocultado Bigagi. El P�jaro bajó un poco, y Ras pudo ver a uno de los
�ngeles enmascarados que sosten�a en su mano dos objetos de forma cil�ndrica. Del extremo de cada
objeto brotaba fuego.
El P�jaro dejó atr�s la empalizada y voló en c�rculos por encima del poblado. El chasquido siguió; los
cilindros gemelos escupieron llamas.
Las mujeres y los ni�os wantso gritaban y gritaban.
Finalmente, se hizo el silencio. El P�jaro de Dios subió un poco y desapareció volando a sólo unos
pocos metros por encima de los �rboles, que se agitaban bajo el viento creado por sus alas. El
chop-chop y el rugido se fueron debilitando hasta desaparecer.
Ras esperó un poco antes de abrir la puerta oeste. Hizo girar lentamente las hojas de �sta y miró hacia
fuera. Ante la puerta hab�a los cuerpos de tres mujeres. En su carne hab�a grandes agujeros. Estaban
cubiertas de sangre, y tambi�n hab�a sangre en el suelo, alrededor de ellas. La cabeza de una de las
mujeres era una masa destrozada de carne y huesos salpicados de sangre.
Ras pasó por entre los cuerpos para ir a beber al r�o. Cuando llegó a �l vio flotar en la corriente grandes
charcos de sangre que parec�an balsas deformes. Un ni�o pasó flotando junto a �l, boca abajo, mientras
Ras tomaba un poco de agua en la palma de su mano. Una vez hubo calmado su sed se puso en pie y le [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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