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la admonición de éste se muestra ineficaz ante el endurecido corazón del héroe. Sin
embargo, allí se trata del problema de la posibilidad de torcer el carácter innato,
mientras que en Píndaro aparece la moderna cuestión de si la verdadera virtud se
puede enseñar o se halla en la sangre. No olvidemos que en Platón reaparece
constantemente una cuestión análoga. Por primera vez se formula en la lucha entre la
antigua concepción de la nobleza y el nuevo espíritu racional. Píndaro rompe el
secreto y da su respuesta en el tercer canto nemeo:
La gloria sólo tiene su pleno valor
cuando es innata. Quien sólo posee
lo que ha aprendido, es hombre oscuro e indeciso,
jamás avanza con pie certero.
Sólo cata
con inmaturo espíritu
mil cosas altas.
Aquiles asombra a Quirón al mostrarle, ya de muchacho, su espíritu noble, sin
haber tenido jamás maestro alguno. Así lo anuncia el poema. El que, según Píndaro,
lo sabe todo, dio también a aquella pregunta su justa respuesta. La educación sólo
puede dar algo cuando existe la aretá, como en los esclarecidos discípulos de Quirón,
Aquiles, Jasón y Asclepio, a los cuales el buen centauro "cuidó de dar todo lo útil y
provechoso". En la plenitud de cada una de estas palabras se halla el fruto de un largo
conocimiento sobre el problema. En ellas se muestra la actitud consciente y cerrada
con que la nobleza defendía su posición en aquel tiempo de crisis.
El arte del poeta, como la aretá de las Olimpiadas, no puede enseñarse. Es, por su
naturaleza, "sabiduría". Píndaro designa constantemente el espíritu poético con la
palabra ÿƯ±. No es posible (209) traducirla con propiedad. Cada cual la siente
como la sustancia misma del espíritu y de la acción pindárica. Y ello varía con las
interpretaciones. Quien lo considere como la pura inteligencia artística capaz de
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producir bellos poemas, lo interpretará en sentido estético. Homero denomina ÿÆÌÂ
al carpintero, y todavía en el siglo ½ la palabra podía significar la destreza técnica.
Nadie puede dejar de sentir que cuando Píndaro la usa tiene un grave peso. En
aquellos tiempos se había empleado ampliamente para designar un conocimiento, una
comprensión de algo no habitual para el hombre del pueblo y ante lo cual éste se
hallaba dispuesto a inclinarse. De este tipo era el saber poético de Jenófanes, que
orgullosamente denomina "mi sabiduría" a su revolucionaria crítica de las
concepciones corrientes del mundo. Aquí se siente la imposibilidad de separar la
forma de la idea. Ambas forman en su unidad la ÿƯ±. ¥ no podía ser de otro modo
el arte de Píndaro, profundamente reflexivo. El "profeta de las musas" es el
conocedor de la "verdad". La "saca del fondo del corazón". Juzga sobre el valor de
los hombres y distingue los "verdaderos discursos" de las tradiciones míticas de
aquellas que ornamenta la mentira. El portador de los divinos mensajes de las musas
se sienta al lado de los reyes y de los grandes como entre sus iguales, en lo alto de la
humanidad. No apetece el aplauso de la masa. "Séame permitido estar en trato con los
nobles y agradarles." Así termina el segundo poema pítico al rey Hierón de Siracusa.
Pero aunque los "nobles" sean los grandes de la tierra, no por ello es el poeta
cortesano. Sigue siendo "el hombre esencial, que se conduce del mejor modo bajo
todos los regímenes, bajo la tiranía o cuando domina la horda insolente lo mismo que
cuando defienden a la ciudad las personas de espíritu superior".225 Sólo entre los
nobles existe la sabiduría. Así su poesía es esotérica en el sentido más profundo de la
palabra. "Traigo bajo mis brazos las más veloces flechas, en su carcaj. Hablan sólo a
los que entienden y necesitan siempre de intérprete. Sabio es aquel que sabe mucho
en virtud de su propia sangre. Y ya pueden los doctos agitar desvergonzadamente, en
coro, sus lenguas, para graznar en balde, como cuervos, al ave divina de Zeus." 226
Los "intérpretes" que necesitan sus cantos las "flechas" son las almas grandes
capaces de participar en la esencia de la más alta intelección. No sólo en este lugar
hallamos en Píndaro la imagen del águila. El tercer canto nemeo termina así: "Pero el
águila es pronta entre todas las aves. Aprehende de pronto a lo lejos y agarra presa
ensangrentada. Los cuervos graznan y se alimentan en lo bajo." El águila se convierte
en el símbolo de su propia conciencia artística. No es una simple imagen, sino una
cualidad metafísica del espíritu. Su esencia es vivir en lo alto, en las alturas
inaccesibles, y Se mueve libre y sin freno en el reino del éter, mientras que los (210)
graznantes cuervos buscan su sustento en lo bajo. El símbolo tiene su historia desde
el contemporáneo Baquílides hasta el magnífico verso de Eurípides: "El éter todo se
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